Se
han identificado más de quinientos componentes
aromáticos distintos en el vino. Por esta
razón, a quienes se inician en el arte
de la cata suele aconsejarse que respondan a los
estímulos tal y como los interpreta su
propio cerebro.
Básicamente contamos
con los denominados aromas primarios,
secundarios y terciarios.
Los aromas primarios
son los más llamativos y afrutados. Proceden
de las propias uvas, de su piel y de su pulpa.
Aquellos aromas aportados
por la fermentación se denominan secundarios.
Suelen ser más complejos, destacando entre
ellos los de levadura, mantequilla, vainilla,
roble o especias.
Los aromas terciarios,
son los más difíciles de identificar
y describir y, a la vez, los más buscados.
Entre los aromas terciarios más reconocibles
se encuentra, por ejemplo, el de la miel. El conjunto
de los aromas secundarios y los terciarios (desarrollados
durante el proceso de maduración) es lo
que conocemos como bouquet.
El vino debe tener un olor
limpio y fresco. En cierto modo, su olor debe
ser afrutado, aunque en el caso de los vinos de
mayor edad el aroma frutal pueda ser más
maduro, más complejo y menos claramente
definido.
El Método
De La Inhalación
Para sacar el máximo
partido a su sentido del olfato, acerque la nariz
a la copa e inhale. Después haga un remolino
con el contenido de la copa, introduzca nuevamente
su nariz e inhale más profundamente. En
cualquier caso, es conveniente que opte por el
método que personalmente. le resulte más
eficaz. Una inhalación profunda puede aportarle
tanta información como muchas pequeñas
y agudas.
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